Para quienes no padecen un trastorno psicológico o psiquiátrico, las conductas que derivan de ellos pueden ser difíciles de comprender. El ejemplo paradigmático son aquellas que llevan a las personas a dañarse a sí mismas o incluso a acabar con su vida, contraviniendo el que se nos enseña que es el instinto último más básico que rige el comportamiento humano.
Y, sin embargo, a día de hoy el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. En 2019 fueron 3.671 las víctimas de esta tragedia, y la pandemia no ha hecho más que multiplicar los intentos que se registran. Por su parte, las autolesiones, cuando no tienen detrás la intención de acabar con la propia vida, son tremendamente difíciles de cuantificar, pero el Colegio de Psicólogos de Madrid estima que han crecido cerca de un 250% desde el fin del confinamiento.
“Tanto las cifras de suicidio como de conductas autolesivas sin intención de muerte constituyen un importante problema de salud pública”, expone a 20Minutos Rubén Sanz Blasco, profesor de psicología de la Universidad Complutense de Madrid y director del Centro Cuarzo de Psicología Científica, que reconoce también que la naturaleza de estos comportamientos es compleja.
“Hay un gran número de variables tras estos comportamientos”
Sanz explica que es difícil explicar por qué las personas recurren a dañarse a sí mismas sin ser simplistas. “Hay un gran número de variables que operan en su manifestación”, argumenta, “algunas no modificables (por ejemplo, es más frecuente en mujeres), otras tienen más que ver con algunos rasgos de la personalidad (como la impulsividad), el consumo de sustancias, el ánimo deprimido, una desregulación emocional general, ciertos estilos cognitivos negativos basados en la culpa y en la responsabilidad interna, una pobre autoimagen…”.