Cristina Carro-de-Francisco y Rubén Sanz-Blasco
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) se ha descrito como uno de los trastornos de ansiedad más relevantes debido a su elevada prevalencia y comorbilidad con trastornos del estado de ánimo y otros trastornos de ansiedad (Roemer, Orsillo y Barlow, 2002). Según Barlow (2002), se trata del trastorno de ansiedad más frecuente y sus características centrales representan las comunes a todos los trastornos de ansiedad. Los resultados en el caso del TAG muestran un aumento de su prevalencia, pasando de un 8.4% anterior a 2006, a un 11.7% en 2006-2007, y a un 19.7% en el periodo 2010-2011 (Gili, Roca, Basu, McKee y Stuckler, 2012).
El TAG se caracteriza, según el DSM-V (APA, 2013), por la presencia de ansiedad y preocupación excesivas (anticipación aprensiva), que se produce durante más días de los que ha estado ausente durante un mínimo de seis meses, en relación con diversos sucesos o actividades. Asimismo, se le añaden síntomas como temblores, dificultades para concentrarse, inquietud persistente, tensión muscular excesiva, dolores musculares frecuentes, fatiga, irritabilidad, o trastornos del sueño (Bados y Sanz, 2005). Uno de los aspectos fundamentales del trastorno es la percepción, por parte de los individuos, de preocupaciones excesivas e incontrolables, entendiendo éstas como cierta actividad cognitiva negativa, repetitiva y predominantemente verbal (Borkovec, Robinson, Pruzinsky y DePree, 1983). Se considera que no existen diferencias acerca del contenido de las preocupaciones de individuos con TAG respecto al resto de individuos. Sin embargo, Dugas y Ladouceur (1997) señalan que éstos últimos se preocupan por una mayor variedad de situaciones con relevancia menor, las preocupaciones tienen mayor frecuencia, duración e intensidad y son más difíciles de controlar. Además, dichas preocupaciones se asocian a una hipervigilancia hacia los estímulos amenazantes y a una sensación de incontrolabilidad acerca de los mismos.
La eficacia de la terapia cognitivo-conductual (TCC) para este trastorno muestra unos resultados moderados, situándose cerca del 50% (Fisher y Durham, 1999). Por ello han surgido en los últimos años nuevas propuestas basadas en variaciones en la TCC (Wells, 1999) que estudian el trastorno desde los procesos cognitivos subyacentes implicados y la función que cumple la preocupación en el mantenimiento del mismo. En esta línea, la terapia metacognitiva se basa en un modelo de procesamiento de la información sobre los factores que operan en la génesis y mantenimiento del trastorno psicológico (Wells, 2000). Concretamente, el modelo metacognitivo del TAG propuesto por Wells (1999), que cuenta con fuerte apoyo empírico (Cartwright-Hatton et al., 2004; Cartwright-Hatton y Wells, 1997; Wells y Carter, 1999; Wells y Papageorgiou, 1998), se centra en el componente metacognitivo, es decir, en el procesamiento de la propia actividad cognitiva y no en su contenido proposicional. Según el modelo, los pacientes con TAG emplean la preocupación como estilo de afrontamiento de los problemas. De este modo, un estímulo disparador activa las “creencias metacognitivas positivas” (p. ej., “preocuparme me ayuda a afrontar”) que activan a su vez aquellas “preocupaciones tipo 1” en relación a acontecimientos externos y/o síntomas físicos (p. ej., “¿y si me echan del trabajo?”). Éstas activan las “creencias metacognitivas negativas” (p. ej., “no voy a poder controlar mi preocupación”), que ponen en marcha las “preocupaciones tipo 2 o meta-preocupaciones” que fundamentalmente tratan acerca de la preocupación y el temor por la propia preocupación (p. ej., “me preocupa preocuparme”, “me preocupa mi estado de falta de control”).
Según Wells (1999), las personas se ven atrapadas en una perturbación emocional debido a que sus metacogniciones activan un patrón de respuesta hacia sus experiencias internas que mantiene las ideas negativas. El patrón es denominado por Wells como CAS (síndrome cognitivo atencional), que consiste en una preocupación, rumiación, fijación de la atención y estrategias autorregulatorias o conductas de afrontamiento poco útiles (Wells, 2009). Así, los pacientes con TAG, presentan preocupaciones variadas y una intolerancia a la incertidumbre que les genera elevados niveles de ansiedad ante acontecimientos de poca importancia. Esto origina a su vez, siguiendo la Teoría de los Cuatro Factores de Eysenck (1997), más sesgos cognitivos atencionales (siendo éstos la tendencia a atender de un modo preferente una determinada estimulación potencialmente amenazante en contraposición a información neutra) e interpretativos (o la tendencia a interpretar situaciones neutras o ambiguas como peligrosas o amenazantes), lo que hará que presten más atención a nuevos sucesos que no pueden predecir y a interpretarlos de manera catastrófica.
Por tanto, de este modelo se desprende que el éxito del tratamiento del TAG debería centrarse en la modificación de aquellos componentes metacognitivos tales como la atención, las creencias erróneas acerca de la incontrolabilidad de preocuparse y aquellas creencias metacognitivas negativas y positivas, entre otros, que median en el origen y mantenimiento del trastorno (Wells, 2006).
A continuación se presenta el proceso de evaluación e intervención terapéutica de un paciente con diagnóstico de TAG, según las directrices de los tratamientos bien establecidos adaptados a la idiosincrasia del caso clínico.
Método
Identificación del paciente
En el presente artículo analizaremos el caso de un varón de 33 años de edad, soltero, jardinero de profesión, sin hijos y de nivel sociocultural medio. La familia nuclear se compone de un hermano mayor que él y sus padres. Refiere una buena relación con su padre y hermano y una relación de codependencia con su progenitora. Mantiene una relación de pareja estable desde hace diez años, con la que comparte domicilio particular.
Motivo de consulta e historia del problema
El paciente acude a consulta en septiembre de 2013 refiriendo encontrarse desde hace aproximadamente un año “con muchas preocupaciones, muy nervioso y con mucho miedo” ante situaciones de la vida cotidiana tales como mantener el puesto de trabajo, cumplir con el pago de la hipoteca, etc. En el momento de la primera exploración presenta un estado generalizado de ansiedad así como emocionalidad negativa, refiriendo, a su vez, haber realizado dos intentos autolíticos en el último año mediante la ingesta de un producto de limpieza, por los que recibió asistencia médica. Cree que dicha sintomatología se origina cuando la empresa para la que trabaja sufre cierta inestabilidad y entra en un expediente de regulación de empleo temporal (ERTE). Se produce un empeoramiento de la sintomatología ansiosa y depresiva en agosto de 2013, por lo que el paciente decide trasladarse al domicilio parental junto a su pareja.
En la actualidad el paciente presenta preocupaciones excesivas, sensación de incontrolabilidad ante dichas preocupaciones, rumiaciones y ansiedad anticipatoria asociados a sentimientos de tristeza y apatía.
Su apariencia física y comportamiento general son adecuados. Se muestra colaborador, motivado y con expectativas positivas ante la intervención psicológica.
Evaluación
La evaluación psicológica, dirigida fundamentalmente a las conductas problema que presentaba el paciente, permitió la elaboración de un modelo explicativo así como la programación de un tratamiento compuesto por diferentes objetivos terapéuticos. La principal técnica utilizada durante dicho proceso fue una entrevista individual semiestructurada, así como la auto-administración de un cuestionario biográfico. Con la primera se exploraron las principales áreas y se determinó la topografía de las principales conductas problema así como aquellos factores personales y ambientales que pudiesen estar mediando en su mantenimiento. El cuestionario biográfico se utilizó para ahondar en los primeros datos obtenidos a través de la entrevista clínica y para precisar el relato de algunas situaciones problemáticas concretas.
Con el propósito de contar con medidas pre y postratamiento se administraron las siguientes medidas de autoinforme:
1. Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad Abreviado – ISRA-B (Miguel-Tobal y Cano-Vindel, 2002). Medida de autoinforme basado en el modelo multidimensional de la ansiedad (Endler, 1975) y en el modelo del triple sistema de respuesta (Lang, 1968), evalúa el nivel de ansiedad general (rasgo), el triple sistema de respuesta (cognitivo, fisiológico y motor), así como cuatro áreas situacionales o rasgos específicos de ansiedad, siendo éstos FI (ansiedad de evaluación), FII (ansiedad interpersonal), FIII (ansiedad fóbica) y FIV (ansiedad ante situaciones de la vida cotidiana). Consta de 24 respuestas y 22 situaciones, que suman un total de 46 ítems. Presenta unas adecuadas propiedades psicométricas, siendo sensible al cambio terapéutico.
Las puntuación directa obtenida por el paciente en el total o nivel rasgo de ansiedad fue de 97 lo que corresponde a un centil 95. Tanto en las respuestas cognitivas como motoras presenta un nivel de ansiedad severo, según los criterios del instrumento, con puntuaciones directas de 25 para la subescala cognitiva y 12 para la motora (centiles 99 y 85 respectivamente). Las puntuaciones descienden a una puntuación directa de 6 correspondiente al centil 50 en el sistema fisiológico. Respecto a las áreas situacionales o rasgos específicos, las puntuaciones obtenidas son las siguientes: en F-I (ansiedad de evaluación) se obtiene un centil 99 (puntuación directa de 26), lo que corresponde a un nivel de ansiedad extrema, en F-II (ansiedad interpersonal) el nivel de ansiedad es moderado con una puntuación directa de 4 (centil 40), en F-III (ansiedad fóbica) con una puntuación directa de 6 (centil 63) indica ansiedad moderada a marcada y, por último, en F-IV (ansiedad ante situaciones de la vida cotidiana) obtiene una puntuación directa de 10 correspondiente al centil de 97, es decir, presenta un nivel de ansiedad severo.
2. Examen Internacional de los Trastornos de las Personalidad – IPDE (López-Ibor, Pérez-Urdáñiz y Rubio-Larrosa, 1996). Dirigido a población adulta y compuesto por 77 ítems con preguntas verdadero/falso, esta entrevista clínica semiestructurada tiene como objetivo evaluar los trastornos de personalidad según criterios DSM-IV. El paciente marca puntuaciones con una tendencia leve hacia rasgos evitativos y obsesivos.
3. Cuestionario Tridimensional de Depresión – CTD (Jiménez-García, Miguel-Tobal y Cano-Vindel, 2003). Inventario que ofrece una puntuación total del nivel general de tristeza así como medidas en las subescalas cognitiva, fisiológica, motora e ideación suicida a través de 34 ítems que el sujeto debe evaluar en una escala de 0 a 4, donde 0 es casi nunca y 4 es casi siempre. En cuanto a su validez, los estudios realizados muestran una correlación entre el total del CTD y el Instrumento de Depresión de Beck – BDI. de r = .89, así como una alta capacidad de discriminación entre grupos de población general y pacientes depresivos, obteniéndose para todas las subescalas y el total una p < .000. Respecto a su fiabilidad test-retest, calculada con un periodo temporal de seis semanas, los valores oscilan entre .63 para la escala motora y .85 para el total de la prueba. La consistencia interna medida mediante el coeficiente alfa arroja valores que van de .88 para la escala motora a .96 para el total de la prueba (Jiménez-Garci¿a et al., 2003).
Atendiendo a los baremos de la población general del cuestionario, el paciente obtiene una puntuación directa de 67 en el nivel general de tristeza que corresponde a un centil 99. En la subescala cognitiva su puntuación directa es 29, es decir, se sitúa en un centil 99. En la subescala fisiológica obtiene una puntuación directa de 11 (centil 84) ascendiendo sus puntuaciones a un centil 99 (puntuación directa de 24) en la subescala motora. Por lo que respecta a la escala que indica la ideación suicida, obtiene una puntuación directa de 3, correspondiente a un centil de 90.
Análisis y descripción de conductas problema
Se delimitan las siguientes conductas problema: (1) preocupaciones excesivas, (2) dificultad en el control de las preocupaciones, (3) ansiedad anticipatoria, (4) pensamientos rumiativos desadaptativos, (5) tensión y dolor muscular, (6) insomnio, (7) pensamientos automáticos negativos sobre sí mismo, el mundo y el futuro (tríada cognitiva), (8) estado de ánimo negativo, (9) pérdida progresiva de las actividades placenteras, (10) déficit en solución problemas y toma de decisiones, (11) disminución de la concentración (que provoca a su vez una bajada del rendimiento laboral) y (12) baja autoestima.
Modelo explicativo
La problemática del paciente se desencadena cuando la empresa para la que trabaja sufre un proceso de regulación de empleo (ERTE) (variable desencadenante), lo que, unido a los rasgos de personalidad (rasgos evitativo, obsesivo y de ansiedad elevado) así como un estilo cognitivo desadaptativo, da lugar al inicio de la problemática emocional. Puestos en marcha los mecanismos cognitivos desadaptativos, se produce un aumento de la actividad fisiológica. De manera secundaria, debido a la reducción de actividades gratificantes provocadas por la sintomatología ansiosa, se originan respuestas emocionales negativas, tales como tristeza y apatía. Además, se produce una disminución en el rendimiento laboral y un déficit en solución de problemas y en toma de decisiones que, a su vez, desencadena una retroalimentación de las variables cognitivas desadaptativas que median en el inicio y mantenimiento de la problemática presente (ver figura 1).
Figura 1. Modelo explicativo del caso.
Diagnóstico diferencial
De acuerdo a la información recogida en la entrevista clínica, el cuestionario autobiográfico y las medidas de autoinforme administradas se determina la presencia de un diagnóstico, según criterios DSM-V (APA, 2013), de F41.1: trastorno de ansiedad generalizada [300.02]. Junto a este trastorno, el paciente presenta síntomas de emocionalidad negativa, siendo dicha sintomatología secundaria al TAG, según la evaluación e hipótesis explicativa.
Los niveles de adaptación actuales del paciente, así como su ajuste en las diferentes áreas de su vida (familiar, de pareja y social), hace que no se pueda determinar la presencia de ningún otro trastorno mental en el eje I ni en el resto de los ejes de la evaluación multiaxial.
Objetivos terapéuticos de la intervención
Se establece como objetivo prioritario de la intervención mejorar el control emocional y disminuir los niveles de ansiedad excesiva así como reducir el estado de ánimo negativo con el fin de conseguir una óptima calidad de vida. Para alcanzar dicho objetivo, se establecen como objetivos específicos:
- Obtener información acerca de la naturaleza y funcionamiento del problema desde un punto de vista científico.
- Reducir los niveles de activación fisiológica.
- Mejora del sueño.
- Aprender pautas de reducción del estrés.
- Incremento gradual del nivel de actividades reforzantes (activación conductual).
- Identificar y modificar pensamientos desadaptativos por otros más adaptativos para producir un cambio en el estado emocional.
- Desarrollo de cogniciones adecuadas (modificación de creencias, sesgos y estilo atribucional desadaptativo).
- Disminuir la intensidad, frecuencia y duración de las preocupaciones excesivas.
- Disminuir el sesgo atencional e interpretativo implicados en la génesis y el mantenimiento de la ansiedad patológica.
- Identificar y modificar las creencias metacognitivas presentes en el TAG (p. ej., “preocuparme me ayuda a afrontar”, “no puedo controlar mi preocupación”, etc.).
- Mejora del proceso de control atencional ejecutivo.
- Aprendizaje de toma de decisiones y solución de problemas.
- Mejora del autoconcepto.
Plan de tratamiento
El tratamiento realizado constó de 27 sesiones, incluido el proceso de evaluación pre y postratamiento, de una hora de duración y con una periodicidad inicial semanal. Conforme el paciente lograba mantener resultados, se distanciaron las sesiones quincenalmente.
Las técnicas utilizadas, siguiendo el orden temporal de aplicación, fueron las siguientes: psicoeducación, entrenamiento en respiración abdominal (Labrador, de la Puente y Crespo, 1999), programa gradual de incremento de actividades agradables (activación conductual), reestructuración cognitiva y metacognitiva (Wells, 1999), técnicas de distracción/reconducción y entrenamiento atencional (Papageorgiou y Wells, 1998), entrenamiento en solución de problemas (D’Zurilla y Goldfried, 1971) y toma de decisiones y técnicas de autoestima.
Tras realizar la evaluación psicológica pre-tratamiento y la correspondiente sesión de devolución de información (explicando al paciente el modelo explicativo y el plan de tratamiento), se dedicaron las primeras sesiones a la facilitación de una explicación desde un punto de vista científico de la naturaleza y el funcionamiento del problema, es decir, de los modelos teóricos del TAG.
Dados los niveles de alta activación fisiológica que producen insomnio al paciente, se le enseñan pautas de higiene del sueño. Asimismo, se le proporcionan pautas de reducción del estrés con el objetivo de enseñar a la paciente aquellas variables sobre las que las personas podemos incidir, como son mantener una dieta equilibrada, descansar lo suficiente, realizar ejercicio físico moderado, planificar y organizar el tiempo, entre otras, para conseguir prevenir o reducir los niveles de ansiedad y estrés.
Con el objetivo de alcanzar una disminución en el control de la activación fisiológica, se inició un entrenamiento en respiración abdominal (Labrador et al., 1999) junto a las primeras sesiones de reestructuración cognitiva, de modo que la mayor parte de la sesión se dedicaba a ésta última y los últimos minutos a la técnica de desactivación fisiológica. Asimismo, trabajando de modo transversal, se inició progresivamente el programa gradual de incremento de actividades (activación conductual).
En las primeras sesiones de reestructuración cognitiva se llevaron a cabo las propuestas de Ellis y Beck (Beck, Rusch, Shaw y Emery, 1979; Ellis y Grieger, 1977). Se persigue enseñar la relación pensamiento-emoción-conducta para que, a continuación, la persona logre identificar los contenidos cognitivos desajustados, es decir, los errores cognitivos más frecuentes (creencias irracionales y pensamientos automáticos cometidos e implicados en la respuesta emocional) para sustituirlos por pensamientos más adaptativos. Dicho proceso se completó con el empleo de autorregistros de pensamientos cuyo objetivo prioritario es ayudar al paciente a modificar sus creencias o pensamientos irracionales, sustituyéndolas por pensamientos alternativos adaptativos que conducen finalmente a reevaluar el pensamiento y conseguir así reducir el malestar emocional.
Una vez trabajado con el paciente el contenido de sus pensamientos, se pasa al entrenamiento del procesamiento de la información, es decir, cómo el paciente conceptualiza y procesa su actividad cognitiva. En este momento se pasa a trabajar con el modelo de Wells para el TAG (Wells, 1999). Se hace un trabajo sobre las creencias metacognitivas y el papel que ejercen en el origen y mantenimiento de la ansiedad. Se enseña al paciente a diferenciar entre cogniciones simples y las creencias o valoraciones sobre su actividad cognitiva (metacognición). Se explica al paciente de un modo didáctico y adaptado el modelo teórico que propone el autor con ejemplos particulares de su funcionamiento cognitivo.
Con el objetivo de fortalecer el control ejecutivo y reorientar la atención en situaciones ansiógenas, se enseñó al paciente técnicas de distracción/reconducción y entrenamiento atencional (para una revisión ver Papageorgiou y Wells, 1998). De manera consecutiva, se le enseñó la técnica de detención del pensamiento y el entrenamiento en autoinstrucciones de Meichenbaum (1977). Se le explicó que en los problemas emocionales, de manera espontánea, aparecen pensamientos automáticos y negativos que disparan una posible reacción de ansiedad. Se trata de aprender a parar cadenas de pensamientos negativos que pueden desencadenar un episodio de ansiedad no deseado.
Además, para desarrollar en el paciente un estilo de afrontamiento basado en la solución de los problemas y no en la preocupación, se trabajó el entrenamiento en solución de problemas (D’Zurilla y Goldfried, 1971). Se le explicó la relación existente entre las manifestaciones de ansiedad y un estilo cognitivo basado en la evitación y preocupación y no en la toma de decisiones y la solución de problemas. Se le explicó de manera didáctica las cinco fases de la técnica (orientación hacia el problema, definición del problema, generación de soluciones alternativas, toma de decisión, ejecución y verificación). Seguidamente, tomando en consideración un ejemplo concreto de su vida cotidiana, se llegó entre terapeuta y paciente a una solución razonable siguiendo los pasos establecidos.
También se establece como objetivo específico la mejora de la autoestima. Persigue enseñar al paciente qué es la autoestima y la importancia de la autovaloración así como que el paciente entienda que la baja autoestima está relacionada, en gran medida, con una distorsión del pensamiento. Se trabajó en los siguientes aspectos: convertir lo negativo en adaptativo, no generalizar, centrarnos en lo positivo, hacerse consciente de los logros o éxitos, no compararse, confiar en nosotros mismos, aceptarnos, esforzarnos para mejorar y tener una visión equitativa entre las cosas positivas y negativas. Además, se trabajó con los estilos atribucionales (Weiner, 1974), explicando al paciente de modo adaptado cómo las personas podemos atribuir la ocurrencia de un hecho a distintas causas siendo éstas externas/internas, estables/inestables y globales/específicas. La tendencia relativamente estable a explicar las situaciones negativas o fracasos mediante causas internas, estables y globales y al contrario para los eventos positivos, se relaciona con una baja autoestima. El paciente, aprendió¿ a detectar co¿mo atribui¿a la ocurrencia de los hechos en su vida diaria mediante el empleo de autorregistros, hasta aprender y automatizar la práctica.
A lo largo de las 3 últimas sesiones se llevó a cabo las mediciones de la evaluación post-tratamiento con los mismos instrumentos administrados al principio del mismo y la correspondiente devolución de información. A su vez, se dedican a consolidar los logros obtenidos y prevenir posibles recaídas resumiendo los aspectos abordados en la psicoeducación, así como las variables que afectaron al inicio, desarrollo y mantenimiento del problema, y las estrategias y habilidades adquiridas durante la intervención.
Se ha logrado el mantenimiento de los cambios terapéuticos alcanzados, durante seguimientos a los 3, 6 y 12 meses, tras la finalización del tratamiento tanto a nivel cuantitativo como cualitativo.
En la tabla 1, se muestra un cuadro resumen del plan de tratamiento establecido, incluyendo las técnicas seleccionadas y su orden de aplicación.
Resultados
Finalizado el proceso de intervención terapéutico y atendiendo a la evidencia científica actual, los resultados reflejan la idoneidad acerca de la inclusión de las variables metacognitivas en el abordaje cognitivo clásico de la ansiedad generalizada.
Analizando los resultados a nivel cuantitativo del Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad Abreviado – ISRA-B (Miguel-Tobal y Cano-Vindel, 2002), se puede observar una reducción sincrónica en la totalidad de las escalas del instrumento, tanto en las que conforman el triple sistema de respuestas como en las áreas situacionales o rasgos específicos que evalúa dicho instrumento, siendo el cambio más importante a nivel cognitivo, en línea con el énfasis del tratamiento en este componente y en el área situacional de ansiedad ante situaciones de la vida cotidiana (ver figura 2).
Figura 2. Resultados del ISRA. C = cognitivo; F = fisiológico; M = motor; TR = total respuestas;
FI = ansiedad de evaluación; FII = ansiedad interpersonal, FIII = ansiedad fóbica; FIV = ansiedad
cotidiana; TS = total Situaciones; T = total.
Respecto al nivel de preocupación que presentaba el paciente al inicio del tratamiento, en la actualidad refiere no tener apenas preocupaciones incapacitantes. Desde una perspectiva metacognitiva y teniendo como referencia el modelo metacognitivo de Wells (1999), el paciente ha eliminado sus creencias metacognitivas positivas (“preocuparme me ayuda a afrontar”), sus preocupaciones tipo 1 (“¿y si me echan del trabajo?“), sus creencias metacognitivas negativas de incontrolabilidad (“no voy a poder controlar mi preocupación”) y las preocupaciones tipo 2 o meta-preocupaciones (“me preocupa mi falta de control sobre las cosas”, “me preocupa preocuparme“).
Atendiendo a la sintomatología depresiva que presentaba el paciente al inicio del tratamiento, que suele ser comórbida con los trastornos de ansiedad, el paciente muestra una importante reducción de dicha sintomatología en el Cuestionario Tridimensional de Depresión – CTD (Jiménez-Garci¿a et al., 2003). Se produce una disminución sincrónica de los niveles de tristeza en la totalidad de las escalas, situándose el nivel general de tristeza-depresión en un centil 5 tras la intervención (ver figura 3).
Figura 3. Resultados del Cuestionario Tridimensional de Depresión (CTD).
En la actualidad, el paciente no presenta sintomatología ansiosa ni depresiva y refiere presentar un elevado grado de satisfacción con los resultados obtenidos. Sus estrategias de afrontamiento son adecuadas, pasando de un estilo de afrontamiento basado en la preocupación y rumiación a la ocupación y solución de problemas. Asimismo, no refiere tener preocupaciones en relación a aspectos de su vida cotidiana y no manifiesta emocionalidad negativa desde un punto de vista psicopatológico. El paciente presenta un óptimo funcionamiento global en las áreas personal, familiar, social y laboral.
Conclusiones y discusión
A lo largo del presente artículo se pone de manifiesto, en un caso clínico real, la importancia del trabajo de los componentes metacognitivos en el abordaje cognitivo clásico para el trastorno de ansiedad generalizada.
En este caso en particular, el tratamiento además de abordar el estilo de afrontamiento del paciente basado en la preocupación y la rumiación, las conductas observables y la respuesta fisiológica mediante el uso de estrategias clásicas de modificación de conducta, se centró principalmente en el componente metacognitivo que mantenía las conductas problema, como proponen Wells y Papageorgiou (1998), otorgando un papel esencial al componente preocupación y a las creencias metacognitivas que mantienen la respuesta excesiva de ansiedad.
Como en cualquier proceso terapéutico, un aspecto que ha influido en el éxito de la intervención ha sido la gran adhesión del paciente a las recomendaciones pautadas, realizando un trabajo activo y comprometido durante todo el tratamiento.
Consideramos importante, a la luz de los resultados expuestos y de la literatura científica existente, el trabajo en el cambio de las estrategias metacognitivas contraproducentes en el control del pensamiento, las creencias erróneas acerca de la incontrolabilidad y daño acerca de la preocupación y las creencias positivas que apoyan la excesiva dependencia de preocuparse como una estrategia eficaz de afrontamiento para el tratamiento del TAG (Wells, 2006).
En cuanto a las limitaciones del presente trabajo, podemos mencionar las propias de los estudios de caso único, es decir, debemos ser prudentes en la interpretación de los resultados obtenidos, permitiéndonos un escaso poder de generalización hacia otros casos que compartan el mismo diagnóstico pero con diferencias en ciertas variables definitorias tales como la edad, el sexo, cronicidad, topografía del problema, etc.
A modo de conclusión, consideramos importante destacar el uso, por parte de los profesionales de la salud, de aquellos tratamientos bien establecidos y empíricamente validados que demuestren su eficacia terapéutica, con el objetivo de ofrecer a la población las soluciones más eficientes y efectivas para sus problemas psicológicos, y en este caso en particular para el trastorno de ansiedad generalizada.
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