El problema de salud mental más frecuente entre los españoles es el trastorno de ansiedad, que afecta al 6,7% de población (8,8% en mujeres, 4,5% en hombres). Si se incluyen “signos/síntomas de ansiedad”, la cifra alcanza el 10,4%, según el último informe del Ministerio de Sanidad. Teniendo en cuenta que alrededor de 4 millones de españoles tienen problemas de ansiedad, habrá preguntas sobre ella que resuenan en todos los rincones del país. ¿Es siempre mala la ansiedad? ¿Cómo podemos distinguir la ansiedad como emoción de la ansiedad como trastorno psicológico? ¿Cuáles son los niveles “normales” de ansiedad y de qué manera podemos aprender a identificarla, convivir con ella de una manera sana y, llegado el caso, controlarla? Los psicólogos Rubén Sanz y Cristina Carro tratan de dar respuesta a estas y otras preguntas en Ansiedad: Entenderla y manejarla (Plataforma Editorial, 2023). Los especialistas explican en este libro por qué debemos respetar a la ansiedad y aprender a convivir en armonía con ella, entendiendo que, de manera general, está para ayudarnos a adaptarnos, para hacer que rindamos adecuadamente y, en definitiva, para protegernos de futuros peligros o adversidades. Charlamos con los autores, expertos en intervención de la ansiedad y el estrés, para resolver varias cuestiones sobre este problema de salud mental tan común en nuestro país.
placeholder’Ansiedad, entenderla y manejarla’.
‘Ansiedad, entenderla y manejarla’.

PREGUNTA. Antes de nada, ¿qué es exactamente la ansiedad?

RESPUESTA. Podemos decir que la ansiedad es una emoción natural que todos tenemos y que se pone en marcha ante situaciones ambiguas en las cuales anticipamos que podemos sufrir consecuencias negativas o contrarias a nuestros intereses, generándonos los recursos necesarios para afrontar una posible amenaza y evitando que suceda lo que tememos. En definitiva, al igual que el resto de emociones como la tristeza, la ira, el asco, etc, tiene la función principal de permitirnos sobrevivir y adaptarnos a las condiciones cambiantes de nuestra vida, una alarma esencial en la prevención de posibles peligros.

P. ¿Y cuáles son los niveles que se pueden considerar como “normales” en cuanto a ansiedad?

R. Podríamos decir que, en términos generales, la ansiedad es una respuesta emocional normal, universal y positiva. Sin embargo, puede convertirse en un problema cuando se pone en marcha ante estímulos que no revisten peligro o cuando su intensidad, su frecuencia y su duración están desproporcionadas. En estos casos, la ansiedad puede convertirse en un trastorno (por ejemplo, trastorno de pánico, trastorno obsesivo-compulsivo, fobias…) que afecta a la vida cotidiana e interfiere de manera notable en la calidad de vida.

P. ¿Podrían darnos algunas claves para identificar la ansiedad?

R. Los síntomas más importantes serán rumiaciones y preocupaciones variadas, sensaciones de tensión o aprensión, síntomas físicos de distinto tipo (por ejemplo, palpitaciones, tensión muscular, cansancio, sudoración fría, presión en el pecho o molestias digestivas), comer de un modo excesivo o dejar de comer, llorar con facilidad, fumar o comer en exceso, etc. Y, lo más característico, evitar de un modo más o menos directo aquello que se teme. Aunque estos serían algunos síntomas que suelen aparecer, no son los únicos y cada persona tendrá además sus propias características diferenciales en sus patrones de respuesta.

P. ¿Qué consejos o pautas darían para poder regular la ansiedad?

R. Responder de un modo sintético a esta pregunta resulta complicado. En nuestro libro detallamos algunas pautas de un modo más específico. En cuanto a la ansiedad, podríamos resumirlas en tratar de no valorar ciertos estímulos de un modo tan amenazante, así como no prestarles una atención excesiva. Esto disparará una posible respuesta de ansiedad. Si damos constantemente vueltas a ciertos estímulos, agrandaremos nuestras sensaciones de nerviosismo. Y, lo más importante, cuando una persona se siente angustiada, con sensaciones de pérdida de control e incertidumbre, suele asociar estas sensaciones a ciertos estímulos o a la situación en la que se encuentra por considerarla que es la que produce esas sensaciones de malestar, comenzando a evitarlas de un modo sistemático. Por ejemplo, si he sufrido una crisis de ansiedad en el metro, probablemente comenzaré a evitar utilizar este medio de transporte. Esta evitación reforzará progresivamente el problema, es una trampa a largo plazo. Por lo tanto, lo más importante sería no interpretar ciertos estímulos como más peligrosos de lo que son y no evitarlos, esas serían las dos claves más importantes. Además, deberíamos desplegar una serie de hábitos saludables como una buena alimentación, unos adecuados hábitos de higiene de sueño, estar bien organizados, no sobrecargarnos de exigencias, cuidar nuestros círculos sociales, etc. Y algo muy importante es no recurrir al consumo de tranquilizantes (habitualmente benzodiacepinas) durante un tiempo prolongado y, menos aún, sin prescripción médica, ya que agravaremos el problema y serán una parte más del mismo y no de su solución.

P. ¿Qué niveles de ansiedad son “normales” y en qué momento puede ser un problema muy serio que precisa tratamiento?

R. La ansiedad en general nos ayuda a sobrevivir, a afrontar, a tomar mejores decisiones, a solucionar problemas de un modo óptimo. Pero puede convertirse en un problema cuando se activa de manera desproporcionada en frecuencia, duración e intensidad o ante acontecimientos o estímulos que no son peligrosos. Nos encontraremos ante una ansiedad patológica cuando notemos que interfiere en nuestro día a día, en el desarrollo de nuestra vida cotidiana. A veces, podemos padecer distintas alteraciones de salud que se ven exacerbadas cuando existen desórdenes emocionales (problemas de sueño, psoriasis, problemas gástricos, malestares generales, etc). También vamos a dedicar mucho tiempo a preocuparnos y rumiar, a darle vueltas a las cosas, estaremos más agotados, tendremos dificultades para concentrarnos o tomar decisiones, nos sentiremos con sensación de pérdida de control… En definitiva, van a aparecer una serie de manifestaciones a nivel cognitivo (lo que pensamos), fisiológico (lo que sentimos) y conductual (lo que hacemos o dejamos de hacer) que limitarán nuestra vida. En el caso de que aparezcan crisis de ansiedad, su identificación será mucho más sencilla. Es frecuente que la persona se asuste, siendo el detonante por el que se decida a solicitar ayuda profesional.

P. ¿Qué pasa si no tratamos la ansiedad, ya sea en niveles “normales” o en más graves?

R. Por regla general, si estamos ante niveles normales no hablaríamos de necesidad de tratamiento, sino de regulación. Es decir, todos tenemos ansiedad y otras emociones desagradables y la clave está en cómo las gestionamos. No hay que olvidar que la ansiedad en sí misma no es negativa, sino un angelito de la guarda. Si hablamos de un trastorno de ansiedad ya conformado y no se aplica un tratamiento psicológico adecuado para solventarlo, aunque pueden existir remisiones espontáneas, habitualmente lo que sucederá es una tendencia a la cronificación, empeoramiento y afectación en la vida del individuo. Sufriremos en mayor medida, rendiremos peor, nos costará más disfrutar de la vida y tendremos una peor salud general.

P. Emplean el término “congruente con la emoción”, ¿qué quiere decir exactamente?

R. A lo que nos referimos es que habitualmente el menú de pensamientos que solemos activar tiene una enorme coincidencia con los estados emocionales en los que nos encontramos. Los pensamientos que desarrollamos tienen una gran influencia sobre las emociones que sentimos, pero, a su vez, de manera bidireccional, las emociones hacen que los pensamientos sean de uno u otro tipo. Todos podemos experimentar qué cosas se nos vienen a la cabeza los días en los que estamos animados y alegres, y lo que pensamos, en cambio, cuando hemos descansado mal y nos encontramos apagados. El color del que se tiñen nuestros pensamientos tiene mucho que ver con el estado de ánimo que tenemos en un momento determinado.

P. ¿Cómo podemos diferenciarla del estrés?

R. Como hemos mencionado en líneas anteriores, la ansiedad es una emoción que aparece fundamentalmente para protegernos y generarnos los recursos necesarios para afrontar una posible amenaza evitando que suceda lo que tememos. Sin embargo, el estrés podemos considerarlo como un proceso, un solucionador de problemas, un conjunto de reacciones psicológicas y biológicas que se inician cuando los requerimientos ambientales amenazan con exceder los recursos disponibles. Tendría más que ver con una reacción a distintas situaciones que demandan una respuesta, un afrontamiento. A modo de ejemplo, si a la hora de ir a nuestro trabajo cogemos un atasco y se nos pincha una rueda de nuestro coche, sufriremos una respuesta de estrés que nos permitirá desplegar distintos recursos (por ejemplo, pensar más rápido, centrarnos en lo esencial del problema, etc) para solventar el imprevisto del mejor modo posible. Por otro lado, cuando anticipamos que vamos a suspender un examen, que nos van a despedir o que a algún familiar le puede suceder algo grave, lo que estamos activando es una respuesta de ansiedad.

P. ¿Por qué es importante diferenciar la ansiedad del estrés?

R. En general, podemos decir que una buena psicoeducación acerca de las emociones es de las mejores estrategias de regulación emocional. La información nos ayuda a identificar, prevenir y regular aquello que sucede en nuestro mundo emocional. Aunque, en muchas ocasiones, las estrategias para manejar la ansiedad y el estrés son las mismas, diferenciar ambos conceptos resulta importante en el inicio y recuperación de un proceso psicopatológico. Por ejemplo, cuando se ha superado un trastorno de ansiedad, un proceso depresivo y en general en cualquier trastorno psicológico, uno de los principales motivos de recaída es una respuesta de estrés mantenida en el tiempo. Por otro lado, cuando el estrés se cronifica y especialmente cuando estamos en una fase de agotamiento, la ansiedad será la emoción que aparecerá con más frecuencia. Pero no es la única, también estaremos de peor humor, nos sentiremos más tristes, etc. La ansiedad, por tanto, es solo uno de los ingredientes que conformarán la mezcolanza emocional cuando estemos estresados de un modo crónico. Por resumir, es importante diferenciarlo porque en el estrés no solo tendremos que gestionar nuestra ansiedad, sino otros muchos sentimientos y emociones.

P. ¿Cuándo se debe pedir ayuda a un especialista?

R. Un punto clave que debemos considerar a la hora de pedir ayuda, que es el mismo que para otros problemas de salud, es cuando notemos una interferencia en nuestra vida cotidiana, cuando vivir resulte doloroso o costoso, es decir, cuando lo normal se nos haga más complicado, bien sea trabajar, estudiar, afrontar las dificultades del día a día, relacionarnos con los demás, etc. Si sospechamos que podemos estar sufriendo un trastorno de ansiedad, lo más recomendable es afrontarlo y tratarlo mediante un tratamiento cognitivo-conductual aplicado por un psicólogo especializado en este tipo de problemas. Es de suma importancia que no se aborde de modo aislado con medidas farmacológicas como los tranquilizantes, ya que sabemos que colaboran en la cronificación del cuadro y complican su solución. Basarse en lo que la ciencia dice que es más efectivo es el mejor de los consejos para intervenir en cualquier problema de salud, huyendo de opiniones, creencias y consejos basados en la ignorancia y falta de actualización científica.